También se percibe a la catalepsia como un estado biológico en el cual la persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales, cuando en realidad se encuentra viva en un estado que podría ser consciente o insconsciente, mismo que puede a su vez variar en intensidad: en ciertos casos el individuo se encuentra en un vago estado de conciencia, mientras que en otros pueden ver y oír a la perfección todo lo que sucede a su alrededor. Puede ser producida por el mas de Parkinson, epilepsia, por efectos de la cocaína, esquizofrénia, entre otros.
Historia de Rufina Cambaceres
Rufina Cambaceres, era hija del escritor y político Eugenio Cambaceres. Una noche mientras se preparaba para ir al teatro perdió el conocimiento, los médicos de la época la declararon muerta. Esa misma noche la llevaron a la cripta familiar del cementerio. Días después descubrieron que el ataúd estaba derribado, temiendo la familia de que se hubieran robado las joyas que tenía, su cuerpo fue retirado. En ese momento descubrieron los rasguñones que había en el ataúd y sobre su cara. A Rufina la habían enterrado viva, había sufrido un ataque de catalepsia (enfermedad que "apaga" todos los signos vitales) que los médicos no pudieron diferenciar con la muerte. Rufina murió a los 19 años, afixiada.
En su bóveda se puede ver a una chica llorando con la mano en el picaporte. Pareciera que no quiere entrar. Es una escultura del alemán Richard Aigher.
Muchas historias se esconden atrás de Rufina.
También se dice que su mejor amiga le había confesado antes de que ella se cambiara ese día, que su madre era amante de su novio el presidente Hipolito Yrigoyen. Con quién después de su muerte, la madre tuvo un hijo.
Historia de Max Hoffman
La noche siguiente al entierro de Max Hoffman, su madre tuvo una pesadilla, en la que veía a su hijo atrapado dentro de su oscura tumba. Con las manos unidas debajo de su mejilla izquierda, el niño de cinco años se revolvía y agitaba forcejeando por escapar de su mortal prisión.
Tras despertar de aquel horrible sueño, la madre le rogó a su marido que desenterrasen el ataúd, pero él se negó, creyendo que ella, simplemente, se negaba a aceptar el hecho de que su hijo estuviese muerto. Sin embargo, a la noche siguiente, la señora Hoffman tuvo el mismo sueño. Finalmente, su marido se mostró de acuerdo para apaciguar a su angustiada mujer.Con la ayuda de un vecino, el señor Hoffman se dirigió al cementerio a la una de la madrugada y exhumó el cuerpo de su hijo. Yacía exactamente como la señora Hoffman había soñado, pero no mostraba señales de vida. Incluso así, se llevó el cuerpo del niño al médico que había certificado su muerte. A regañadientes, el médico trató de reanimarlo. Una hora después, quedaron conmocionados al observar que le temblaba un párpado.
Al cabo de una semana, Max se había recuperado por completo y llegó a vivir hasta casi los noventa años en Clinton, Iowa, y su tesoro más preciado eran las manijas del pequeño ataúd en el que una vez estuvo enterrado.
Enterrados Vivos
